Crítica de La Habitación (Room): romper un mundo

Maravillosa sorpresa fue ver «Room». La cinta arranca con Joy y su pequeño hijo Jack viviendo en su mundo, una habitación minúscula. Ella está cautiva allí desde hace siete años y el pequeño es fruto de las reiteradas violaciones a las que la somete su captor. La elegancia con que esto se informa y muestra sin mostrar es para aplaudir. En otra película veríamos al bastardo entrar con violencia, someterla y tener que ver lo insoportable: una violación cruel con desnudos y demás incluidos. Pero no. El director Lenny Abrahamson se mueve con delicadeza sin recurrir a un morbo innecesario.

Y está bien, porque la historia está contada desde los ojos de Jack, un niño de cinco años. Es una película que también tiene en bandeja la posibilidad del golpe bajo, pero tiene la sabiduría de esquivarlo. Teniendo en cuenta la carga dramática del relato, podría ser mil veces más angustiante. Te tiene en vilo, sí. Sufrís, sí. Te emociona, sí. Pero no va a lo fácil.

El relato se divide en dos partes (viene pequeño SPOILER inevitable!!). La primera es la vida de Joy y Jack en ese mundo, que para él es el único que existe. La segunda, la adaptación a la sociedad, a lo real, al mundo de verdad y completo.

«¿Ma, la habitación se encogió?». Esa pregunta es brillante. Hermann Hesse decía en «Demian» que para nacer hay que romper un mundo. El pequeño Jack se encuentra ante ese desafío: descubrir que SU mundo, hasta entonces solo formado por la habitación, su madre y las cosas que veía en televisión, no son EL mundo. Hay mucho más allí afuera, detrás de la puerta que nunca atravesó desde su nacimiento. La habitación no se encoge, el mundo se expande. Y es tan grande, rico e interesante como estemos dispuestos a andar y descubrir.

Desde la dirección esto está fantásticamente logrado. La habitación, en la primera parte, parece amplia, con el tragaluz lejano y distancias que parecen «normales». Pero solo nos damos cuenta lo pequeña que era al final, vista desde la puerta abierta, vista desde lo amplio del mundo. Bella metáfora de la vida, por cierto.

Párrafo aparte merecen las actuaciones. Del primero al último personaje en pantalla, el trabajo actoral es magistral. Ante todo, el pequeño Jack (Jacob Tremblay) que se lleva la película y entrega una actuación oscura, dramática, sin una pizca de «niño tierno edulcorado». Es pedazo de actor y solo tiene 9 años. Sombrío, real. Aplausos de pie para Jacob que bien podría haberse llevado una nominación al Óscar (ok, los nenes nunca ganan, pero igual hubiera estado bien el reconocimiento).

Brie Larson: creíble y visceral hasta la médula. Maravillosa actuación, intensa cuando explota, contenida cuando debe. Dicen que es la próxima Jennifer Lawrence y algo de cierto hay, es un papel que la rubia bien podría haber hecho. Es Óscar cantado y merecido lo tiene.

No quiero dejar de nombrar el brevísimo pero perfecto papel de William H. Macy. Apenas minutos en pantalla. No solo hace un gran trabajo sino que fue una gran idea poner un rostro conocido (el más conocido de toda la película) para engañarnos. Para que pensemos: llegó el famoso, a ver cómo sigue ahora. Pero lo que sucede no es lo imaginado. Magnífica vuelta de guion.

Y hasta la mujer policía está bien, es humana, es una mujer, no un robot al servicio del Estado. Incluso la escena de Jack con esta mujer es pura humanidad.

Eso es «Room». Humanidad. Renacer. Salir del cascarón, herido y con dolor, pero salir, porque hay un mundo enorme afuera por descubrir…

Título: Room
Duración: 118 minutos
País: Estados Unidos
Año: 2015

Imagen: A24, Element Pictures, No Trace Camping

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